XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

San Marcos (Mc 10, 2-16)

En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?».

Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».

Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».

Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

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Santa Faustina anotó en su Diario (D. 1485, 298, 1406)

Jamás rechazaré un corazón arrepentido, tu miseria se ha hundido en el abismo de Mi misericordia.  

Oh Jesús mío, Vida, Camino y Verdad, Te ruego, tenme cerca de Ti, como la madre estrecha al seno a su niño pequeño, ya que yo no soy solamente una niña incapaz, sino un cúmulo de miseria y de nulidad.

Me ha dado a conocer su Majestad y su santidad y al mismo tiempo su amor y su misericordia hacia mi y un más profundo conocimiento de mi miseria; sin embargo esta gran miseria mía no me priva de la confianza, sino al contrario, en la medida en que conozco mi miseria fortalece mi confianza en la Divina Misericordia.

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  • Soy un pecador que constantemente necesito la misericordia de Dios. Esa es la verdad. Dios me ama incondicionalmente. Por Su misericordia, me hizo Su hijo y heredero.
  • En la medida en que conozco mi miseria fortalece mi confianza en la Divina Misericordia, escribió Sta. Faustina. ¿Siento la tentación de desanimarme cuando miro mi propia debilidad y pecado?
  • ¡Le pediré al Espíritu Santo la gracia de un corazón contrito y CONFIADO!