Una tarde de domingo excepcional…

Es el 22 de febrero de 1931. Hace menos de cinco días comenzó la Cuaresma. Se está haciendo de noche. Es hora de descansar. Sor Faustina ya se encuentra en su celda de nuestro convento de Plock. Ella registra este momento en su Diario de la siguiente manera:

‘‘Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor, mi alma estaba llena del temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma*: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y [luego] en el mundo entero. Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo Mismo la defenderé como Mi gloria.” (Diario, 47-48)

Fue esa tarde, hace 93 años, que comenzó su misión de proclamar al mundo la verdad del amor misericordioso de Dios. Ahora continuamos esta misión contigo.

Santa Faustina, gran apóstol de la Divina Misericordia, ruega por nosotros.