Día de Pentecostés

Evangelio(15, 26-27; 16, 12-15)

Cuando venga el Paráclito, que les enviaré desde el Padre, por ser él el Espíritu de verdad que procede del Padre, dará testimonio de mí. Y ustedes también darán testimonio de mí, pues han estado conmigo desde el principio.

Aún tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora. Y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad. El no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir. El tomará de lo mío para revelárselo a ustedes, y yo seré glorificado por él.Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío para revelárselo a ustedes.

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Santa Faustina anotó en su Diario (D. 911, 1781)

«En cierto momento, la presencia de Dios penetró mi ser, mi mente fue singularmente iluminada en cuanto al conocimiento de su Esencia; [Dios] me permitió acercarme al conocimiento de su vida interior. Vi en espíritu las Tres Personas Divinas, pero su Esencia es única. Él es Solo, Uno, Único, pero en Tres Personas, cada una de las cuales no es ni más pequeña ni más grande; no hay diferencia ni en la belleza, ni en la santidad, porque son Uno. Uno, absolutamente Uno. Su Amor me ha llevado a este conocimiento y me ha unido a Él. Cuando estaba unida con una [Persona Divina], estaba unida también con la segunda y con la tercera. Así pues, cuando nos unimos con una, por eso mismo nos unimos con otras dos Personas al igual que con una. Una es la voluntad, uno Dios, aunque en las Personas Trinitario. Cuando al alma se entrega a una de las Tres Personas, entonces, con el poder de esa voluntad se encuentra unida a las Tres Personas y está inundada de la felicidad que fluye de la Santísima Trinidad; de esta felicidad se alimentan los santos. La felicidad que brota de la Santísima Trinidad, hace feliz a todo lo creado; brota la vida que vivifica y anima cada ser que de Él tiene principio. En aquellos momentos mi alma probó las delicias divinas tan grandes, que me es difícil expresarlas».

«Pentecostés. Renovación de los votos. ​Antes de recibir la Santa Comunión renové mis votos religiosos en voz baja. Después de la Santa Comunión me ha abrazado el inconcebible amor de Dios. Mi alma estaba en comunión con el Espíritu Santo que es el Mismo Señor que el Padre y el Hijo. Su soplo llena mi alma de tanto deleite que me esforzaría en vano si quisiera dar aunque en parte la idea de lo que vivía mi corazón».

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  • Jesús quiere que vaya a Él y apague mi sed para que de mí fluyan ríos de agua viva.  ¿Aprovecho lo más a menudo posible de las fuentes de la vida, de los santos sacramentos?  ¿Con qué alimento mi alma?
  • ¿Estoy buscando una relación viva con el Espíritu Santo, que es el mismo Señor que el Padre y el Hijo?  ¿Lo invito a mi vida diaria, decisiones, relaciones, etc.?
  • Le pediré al Espíritu Santo que me guíe a la plena verdad e intimidad con Él, el Padre y el Hijo.