Sed misericordiosos

”Cristo, al revelar el amor-misericordia de Dios, exigía al mismo tiempo a los hombres que a su vez se dejasen guiar en su vida por el amor y la misericordia. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del ethos evangélico. El Maestro lo expresa bien sea a través del mandamiento definido por él como «el más grande» (Mt 22, 38), bien en forma de bendición, cuando en el discurso de la montaña proclama: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7)” (Dives in Misericrodia, nº 3).

La verdad sobre el amor de Dios por cada uno de nosotros es algo que necesitamos como el aire para vivir y ser felices. Sin embargo, solo podemos ser plenamente felices cuando transmitimos a los demás esta experiencia del amor misericordioso de nuestro Padre, convirtiéndonos en una extensión de su misericordia en el mundo. Observemos también que, como escribe el Papa, esta no es una propuesta ni una opción que podamos o no elegir. ¡La llamada a ser misericordiosos es el requisito que Jesús impone a cada uno de nosotros!

¿Cómo respondes a la llamada de Jesús?

¿En qué situaciones te es más difícil ser guiado por el amor y la misericordia en tus acciones y en tus relaciones con los demás?

Pídele hoy a Dios la gracia de ser misericordioso como ”nuestro Padre es misericordioso» (Lc. 6, 36).

“Hija Mía, exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mi. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes.  No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mi” (D. 742).