Consideraré estas palabras:
“Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.” (Mt 24, 37–39)
y,
“Un día vi… un camino ancho, cubierto de arena y flores, lleno de alegría y de música y de otras diversiones. La gente iba por este camino bailando y divirtiéndose, llegaba al final sin advertir que ya era el final. Pero al final del camino había un espantoso precipicio, es decir el abismo infernal. Aquellas almas caían ciegamente en ese abismo; a medida que llegaban, caían” (D. 153).
Cada día (hasta el próximo domingo), con la ayuda de la gracia de Dios:
- Intentaré a lo largo del día hacer una breve pausa en el trabajo y recordarme el propósito de mi vida. Con una breve oración, agradecer a Dios por llamarme a vivir eternamente en el cielo.
- Intentaré reconocer a Jesús, que viene a mí en diferentes personas, eventos del día, así como en su palabra y sacramentos.
- Por la tarde consideraré: ¿Cómo y a qué horas del día vino Jesús a mí hoy? ¿Lo reconocí? ¿Vi que era Él? ¿Lo recibí con amor o pasé a su lado con indiferencia?