Cayendo de rodillas lo adoraron (Mt 2, 11)
Este domingo nos arrodillamos ante el misterio de la revelación de Dios al hombre. Hoy los Magos de Oriente llegan a Belén para adorar a Jesús recién nacido; hoy, junto con San Juan, durante el bautismo de Cristo en el Jordán, escuchamos las palabras: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco» (Lc 3, 22). También hoy recordamos el milagro de la transformación del agua en vino en Caná de Galilea, primer milagro de Jesús, por el que «… sus discípulos creyeron en Él» (Jn 2, 11). Tres revelaciones: la presencia, el amor y el poder de Dios se unen el mismo día. ¿Cuál de ellos necesito más en el momento presente? La hermana Faustina nos muestra en el Diario cómo estar constantemente abiertos a la venida de Dios, el modo de no ponerle límites y aceptar la gracia con la que viene. Él es Emmanuel, Dios con nosotros, siempre presente y dando Palabra de vida. Él quiere revelar su poder en nuestras debilidades; su presencia en los momentos de nuestra soledad y abandono, y el amor en los momentos en que experimentamos el rechazo de las personas, el sufrimiento o los fracasos de la vida. Y quiere hacerlo ahora. Permitamos que lo haga.