Hace 100 años…

El 1 de agosto celebramos el centenario de la entrada de Helena Kowalska en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia.

Sabemos que, aunque desde niña experimentó una extraordinaria cercanía a Dios, su camino no fue fácil.

Helena era una chica sencilla de Glogowiec que, tras recibir la palabra de Jesús, partió hacia Varsovia, una gran ciudad en la que nunca había estado y donde no conocía a nadie. No sabía a qué monasterio debía unirse, y eso que Varsovia es enorme. Confió en Dios.

Anotó en su Diario:

Entonces oí esas palabras: Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un convento. Me levanté de la oración, fui a casa y solucioné las cosas necesarias. Como pude, le confesé a mi hermana lo que había ocurrido en mi alma, le dije que me despidiera de mis padres, y con un solo vestido, sin nada más, llegué a Varsovia. Diario, 10 Empecé a buscar un convento, pero donde llamaba me despedían. El dolor traspasó mi corazón y dije al Señor Jesús: Ayúdame, no me dejes sola. Por fin llamé a nuestra puerta. Diario, 13

Antes de entrar en la Congregación, Sor Faustina tuvo que trabajar todavía durante un año para ganar lo suficiente para una modesta vestimenta, hasta que le llegó el día tan deseado: Por fin, llegó el momento cuando se abrió para mí la puerta del convento. Eso fue el primero de agosto, al anochecer, en vísperas de la fiesta de la Madre de Dios de los ángeles. Me sentía sumamente feliz, me pareció que entré en la vida del paraíso. De mi corazón brotó una sola oración, la de acción de gracias. Diario, 17.

El actual Año Jubilar se está viviendo en la Iglesia bajo el lema «Peregrinos de la esperanza». La celebración del centenario de la entrada de Helena Kowalska en la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Merced encaja muy bien con este lema.

En la peregrinación de la vida, Sor Faustina puso toda su esperanza en Dios. Muchos acontecimientos de su vida fueron expresión de ello, uno de los cuales fue sin duda su viaje a Varsovia y su ingreso en el convento.

Que este camino de la hermana Faustina también dé frutos abundantes en nuestras vidas. Estamos invitados a ser, como ella, «Peregrinos de la esperanza» y a poner toda nuestra confianza en Dios en todas las circunstancias de nuestra peregrinación terrena.

En este momento especial, adoremos a Dios por el don de Sor Faustina a la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia y a toda la Iglesia. Aprovechemos esta riqueza para llevar esperanza al mundo de hoy, como lo hizo ella.