“El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre” (Dives in Misericordia, nº 6).
La mirada de Dios misericordioso sobre nosotros, pecadores, está siempre llena de esperanza. Él es quien se inclina hacia nosotros para extraer el bien, incluso cuando, humanamente hablando, no podemos percibir este bien (en nosotros mismos o en los demás). Solo Dios es capaz de mirarnos de este modo, viendo la belleza en nosotros y levantándonos en cada de nuestras debilidades.
Piensa en las personas que por alguna razón son para tí dificiles. ¿Ves en ellas algún destello de bondad?
¿Percibes el bien en ti mismo? ¿Cúal concretamente?
Pídele a Jesús Misericordioso que te enseñe a mirarte a ti mismo y a los demás con sus ojos llenos de misericordia.
“Oh Jesús mío, Tú sabes qué esfuerzos son necesarios para tratar sinceramente y con sencillez con aquellos de los cuales nuestra naturaleza huye, o con los que hicieron sufrir consciente o inconscientemente, esto es imposible humanamente. En tales momentos más que en otras ocasiones, trato de descubrir a Jesús en aquellas personas y por este Mismo Jesús hago todo para ellas” (D. 766).
“Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla” (D. 163).