En la segunda semana de Cuaresma, estás invitado a reflexionar sobre cómo y qué escuchas… Todo lo que escuchas tiene influencia en tu vida.
Durante el día, te llega mucha información, algunas te dan alegría, otros te preocupan. Escuchas ordenes, solicitudes, invitaciones y rechazos. Pero antes de responderlas, ¿piensas si escuchas la voz de Dios que quiere hablarte en lo más profundo de tu corazón? ¿escuchas Su silencioso susurro de amor que no te acusa, no sospecha de ti, no te juzga, sino que sobre todo te levanta, te fortalece, te valora y te muestra la salida a muchas situaciones difíciles?
Jesús misericordioso te invita como a santa Faustina: “Acerca tu oído a Mi Corazón y olvídate de todo, y considera Mi inconcebible misericordia. Mi amor te dará la fuerza y el ánimo que te es necesario” (D. 229).
Solo cuando escuches la voz de Dios y lo que Él quiere decirte podrás escuchar lo que otras personas realmente te están diciendo. No les transmitirás tus problemas, no sospecharás ni los juzgarás, sino que serás sensible a su sufrimiento. Entonces te convertirás en una persona misericordiosa…
Así que cada vez que escuches algo que parezca despertar tu enojo, resentimiento o indignación repite: “Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos” (D.163).
¡Ánimo!