”Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la «condición humana» histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral” (Dives in Misericrodia, nº 3).
El deseo más profundo de todos es amar y ser amados. Tenemos diferentes experiencias en nuestra vida, carencias y heridas en las relaciones con los más cercanos. A veces nos sentimos no amados, rechazados, ignorados. También vemos a menudo que nosotros mismos no somos capaces de amar como nos gustaría.
¡La fuente del amor no está en nosotros, sino en Dios! Jesús, al hacerse hombre, nos mostró que hay amor en el mundo, un amor misericordioso que «todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta » (1 Co 13, 7).
¿Hay personas en tu vida a las que no eres capaz de amar?
¿Qué acontecimientos, comportamientos y debilidades (tuyas y de otras personas) te dificultan amar?
En una breve oración, confía todo esto a Jesús, pidiéndole que llene tu corazón de amor.
“Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir Su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo” (D. 163).
“Oh Jesús mío, Tú sabes qué esfuerzos son necesarios para tratar sinceramente y con sencillez con aquellos de los cuales nuestra naturaleza huye, o con los que hicieron sufrir consciente o inconscientemente, esto es imposible humanamente. En tales momentos más que en otras ocasiones, trato de descubrir a Jesús en aquellas personas y por este Mismo Jesús hago todo para ellas. En tales acciones el amor es puro. Este ejercitarse en la caridad templa el alma y la refuerza” (D. 766).