En la quinta semana de Cuaresma, estás invitado a reflexionar sobre a dónde y cómo caminas… Sobre cómo perciben los demás la forma en que te acercas hacia otras personas…
Durante el día das muchos pasos para ir a trabajar, cuidar a los niños o correr. De ti depende a dónde y a qué ritmo vas. Si te importa algo vas deprisa. Sin embargo, cuando tienes miedo de algo o estás cansado, apenas puedes arrastrar las piernas. Piensa en cómo reaccionas y en lo rápido que vas cuando alguien te pide de repente ayuda después de un largo día de trabajo… ¿Te das prisa por ayudar o tal vez con desánimo lo pospones?…
¿Qué crees qué habría hecho Jesús si alguien le hubiera pedido ayuda? ¿Descubres en Él a aquel que siempre va hacia ti y ayuda a los demás? En el «Diario» de Santa Faustina puedes leer: «Persigo a los pecadores con Mi misericordia en todos sus caminos y Mi Corazón se alegra cuando ellos vuelven a Mí» (D. 1728). Así es Dios, no cuenta los pasos. Él no va arrastrando los pies, porque se preocupa por tu felicidad y por tu salvación.
Al observar cómo se mueve Dios, tu vida puede ganar impulso. Ya no serás un egoísta que solo excava en su jardín. Sino que verás que hay otras personas a tu lado a las que puedes ayudar. Además, se trata del amor con el que haces las cosas, y no de la espectacularidad de las obras, como escribe Santa Faustina: «Un gran amor sabe transformar las cosas pequeñas en cosas grandes y solamente el amor da valor a nuestras acciones» (D. 302).
Cada vez que el cansancio te impida comprometerte con el bien repite: «Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo» (D. 163).
¡Ánimo!