Son pocos los que saben que Santa Faustina pertenecía a la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, fundada por la princesa polaca Eva Sułkowska Potocka. Hoy, 6 de julio, se cumple el 138 aniversario de su muerte. Con esta ocasión merece la pena mencionar sobre la Madre Teresa Ewa Potocka (1814-1881).
Aunque no ha sido canonizada, llevó una vida santa, llena de sacrificios por las mujeres necesitadas de una profunda renovación moral. Apesar de que vivió en un periodo muy inestable para Polonia, en la era de los levantamientos y la lucha por la libertad de la Iglesia, de la lengua materna, elevaba la moral entre los polacos, tal y como escribió en una de sus cartas: “no tengo miedo de nada… continuaré nuestro trabajo apostólico, como si viviéramos en tiempos de paz…”
¿Dónde encontró la Madre Teresa tanta determinación y valor? ¿Cómo explicar la perseverancia de la Princesa en la realización del carisma de salvar las almas de las «mujeres de la calle» y su amor maternal sin precedentes por estas personas? ¿Cómo podía vivir en la pobreza a pesar de estar acostumbrada a los lujos?
Tenía una fe inquebrantable, perseverancia y actitud de gratitud y de alabanza a Dios por todo. En cada momento libre cantaba el Magnificat. Precisamente la característica predominante en la vida de la Princesa fue esta fe, fe heroica y la gratitud. Siempre repetía:
“Si al menos una sola alma se salvase con mi trabajo, si al menos una fuera ganada para Dios, ya sería para mí una recompensa generosa. ¿Es cosa pequeña salvar un alma? Este pensamiento me estimula a trabajar, me da valor y coraje en las mayores adversidades”. Este lema de su vida le dio a la Congregación un rasgo especial de entusiasmo y celo apostólico de las Hermanas. En esta atmósfera de ofrecimiento diario para la salvación de las almas del infierno también se formó la hermana Faustina. Como un eco de las palabras de la Madre Potocka, en el diario Santa Faustina escribió: hoy sufro más que otros días, pero es nada, para salvar a las almas no es demasiado. Oh Jesús misericordioso, dame las almas de los pecadores (D. 842).
Y nosotros, ganemos almas para Dios a través de nuestro trabajo, sufrimiento, oración y seremos santos.